Fran Tienda (Ibiza, 1975) forma parte de la nueva generación de ciudadanos de Sant Antoni que han participado de la política y los movimientos sociales. Desde el año pasado dirige el Instituto Quartó de Portmany, donde entró como profesor en 2003. En la anterior legislatura se presentó a las elecciones con Reinicia Sant Antoni y acabó formando parte del equipo de Gobierno, ocupándose de las áreas de Cultura, Educación, Nuevas Tecnologías y Hacienda. Es partidario de que el municipio adopte un nuevo modelo turístico que implique la regulación del ocio y que, desde el punto de vista formativo, la bahía se ponga más en valor en colegios e institutos.
Esta semana, el pleno de Sant Antoni vota si quiere o no ferris. ¿Cuál es su opinión?
La llegada de ferris no trae nada bueno. Hay tantos motivos en contra de que eso ocurra que me cuesta creer que alguien pueda estar a favor. Además, existe una unanimidad social en el municipio tan grande que, si no nos hacen caso, es que está ocurriendo algo que no toca.
La única motivación que podría existir para que vengan los ferris es exclusivamente económica. Todo lo demás juega en contra e incluso las razones económicas que se argumentan son subjetivas, porque vivimos del turismo y queremos que éste sea de calidad. Y sin bahía no hay turismo. Algo que a corto plazo puede ser un beneficio económico, a largo puede representar un perjuicio.
Además, dudar que los ferris hacen un daño ambiental a la bahía no tiene sentido. Los estudios científicos que existen al respecto no dejan lugar a la duda. El perjuicio ambiental es enorme y también repercuten las vibraciones, el ruido, la saturación del tráfico o el hecho de que no sea un puerto preparado para este tipo de embarcaciones.
Las cifras de ocupación hotelera y de pasajeros que llegan a la isla por vía marítima desde que el puerto de Sant Antoni está cerrado subrayan que la aportación de los ferris es inexistente…
Sí. El único beneficio económico es, en todo caso, para Ports de les Illes Balears. Cuando tenemos un puerto a tan solo 15 kilómetros, no tiene ningún sentido pensar que los ferris nos benefician. El producto Ibiza, para el turista, es una unidad. El que viene a la isla en barco no mira si va a un puerto o a otro, y además le da igual porque no hay distancias. El único interés económico es el que tienen las propias navieras y Ports IB. Ni los hoteles ni las estancias en Sant Antoni se ven afectadas, y eso cada vez hay más gente que lo tiene claro.
Si el pleno del Ayuntamiento de Sant Antoni finalmente vota en contra de los ferris, ¿Ports IB tiene autoridad moral para mantenerlos?
Si los mantuviera, la política perdería todo el sentido, ya que su objetivo es gestionar aquello que comporta un beneficio para la ciudadanía. Desde fuera es difícil entender la realidad de Sant Antoni y por eso es imprescindible tener en cuenta lo que decida el municipio, y no solo informes externos que no reflejan la voluntad del pueblo. Sería un error muy grande y, además, una verdadera injusticia. A ver si por una vez no se imponen los intereses económicos específicos de Ports IB y de las navieras, por encima de los del pueblo.
El hecho de que, incluso estando cerrado el puerto, hayan seguido atracando aquí barcos de navieras representa un claro aviso claro de que no se marchan. Nos están diciendo: “estamos aquí y no nos vamos a ir”. Existe un interés económico evidente que no guarda relación con el interés público.
¿Cómo describiría la bahía de Sant Antoni a alguien que no la conoce?
La bahía es el corazón y el pulmón de Sant Antoni. Por un lado, constituye la vida y, por otro, nuestro fundamento económico. Aunque últimamente no tanto, hemos sido siempre un pueblo que ha crecido de cara a la bahía. Nadie que no sea de aquí puede entender el sentimiento que tenemos los portmanyins hacia ella.
Cada año viajo en Navidades al pueblo de mis padres y enseguida echo de menos ese contacto con la bahía. Forma parte de todos los recuerdos que tenemos los portmanyins desde que nacemos, junto con el paseo marítimo o el Passeig de ses Fonts, que es donde íbamos a pasear y a las fiestas. Mucha gente pensará que Sant Antoni es puesta de sol, pero antes somos bahía.
¿Qué diferencia hay entre la bahía actual y la de su infancia?
Hay grandes diferencias, empezando por el tamaño, ya que poco a poco se le ha ido comiendo terreno al mar. Antes era mucho más tranquila y apacible, y no veías esa cantidad de barcos acumulados que amarran ilegalmente. También había muchas más embarcaciones tradicionales y no existía tanta explotación turística de barcos de fiestas.
Por suerte, si la comparamos con otros lugares, sigue manteniendo un poco el espíritu, pero antes era un entorno mucho más amable, con menos masificación y otro tipo de turistas. Hemos permitido una excesiva explotación urbanística. Si pudiéramos volver atrás, seguramente estas grandes edificaciones cerca del mar que ahora existen no las permitiríamos. En cualquier caso, están ahí y tenemos que convivir con ellas. A pesar de todo, sigue siendo un lugar privilegiado que entre todos debemos proteger para que no siga deteriorándose.
¿Considera adecuada la tipología de negocios que existen en torno a la bahía?
En general, las explotaciones que hay alrededor de la bahía se deberían de controlar más. Las que son legales sí me parecen idóneas, pero existe una oferta ilegal que habría que regular porque afectan a la capacidad de la propia bahía, tanto en relación al número de embarcaciones como a la limpieza del entorno. En todo caso, las tipologías actuales son las que habría que mantener: la turística obviamente, aunque bien regulada y controlada para que no haya una afectación ambiental; la náutica, porque somos una bahía transitable y debemos poder recibir y acoger personas; la deportiva, que también es muy importante, y por último la pesquera, que es patrimonio de todo el municipio.
Estas cuatro actividades deben estar bien reguladas y en algún caso incluso potenciarse, como la citada pesca o el transporte de golondrinas. Incluso estaría bien fomentar su uso entre los vecinos que quieren cruzar de un lado a otro de la bahía o desplazarse hacia las playas cercanas; sobre todo en verano, con los problemas de tráfico que hay en las carreteras. Lo que sobra son los grandes barcos y esloras, que provocan muchos efectos colaterales de tipo ambiental.
Además de los ferris, ¿cuáles son los aspectos más preocupantes de la bahía?
La llegada de residuos al mar a través de los desagües y aliviaderos es un tema gravísimo. Tenemos la suerte de tener una pradera de posidonia que es Patrimonio de la Humanidad y que deberíamos esforzarnos en cuidar porque favorece la calidad y la transparencia del mar. Estos vertidos generan mil problemas, ya que la contaminación del agua resta vitalidad a la flora y la fauna. Es un asunto que hay que atacar cuanto antes y no hacerlo puede conllevar problemas muy serios a largo plazo.
Además, hay que eliminar una serie de edificios a medio construir que han quedado como armatostes, no solo en primera línea, sino también en segunda y en tercera, y regular la cantidad de edificaciones que se puedan construir, de forma que las explotaciones turísticas no se vean aumentadas, sino que nos dediquemos a mejorar lo que ya existe. Y luego tenemos el control de los amarres ilegales y los muertos, donde incluso hay barcos abandonados. Todo esto genera unos efectos medioambientales y una saturación de la bahía que no son deseables. Hay que conseguir una regulación general de todo el entorno, a nivel costa, construcciones, residuos y utilización del propio medio acuático.
Desde el punto de vista del biólogo, conocedor de los distintos informes que se han ido publicando, ¿cuál es la situación medioambiental actual de la bahía?
Aún no estamos en el punto de no retorno, pero debemos ir con mucho cuidado y afrontar, como decía, las regulaciones que sean necesarias para no llegar al momento en que no podamos retroceder. La bahía, por sus características naturales, tiene una gran capacidad de limpieza y de autoregenerarse que, si seguimos así, sin ejercer un control, terminará perdiendo. Lo hemos visto en lugares como La Manga del Mar Menor, donde hoy por hoy la recuperación parece imposible. No tenemos que llegar a ese punto. Nosotros estamos mucho mejor, pero si no hay un control y un cuidado, y evitamos ciertas actividades, podemos acabar rompiendo el equilibrio.
Según su experiencia como concejal, ¿cómo funciona el que media bahía la gestione Sant Antoni y otra media Sant Josep?
Cuando dos instituciones tienen mecanismos de actuación diferentes es difícil que se pongan de acuerdo. En el pasado ha habido periodos en que resultaba muy complicado. Cada municipio actuaba de forma independiente, sin ninguna comunicación con el otro. Un ejemplo es el paseo marítimo, que en Sant Antoni tiene unas características y luego Sant Josep hizo otro completamente distinto. En el pasado ha habido muchas decisiones unilaterales que han hecho que los problemas se acaben arrastrando en el tiempo.
Desde hace unos años, sin embargo, la comunicación ha cambiado mucho y durante nuestra legislatura se empezó a hablar de un proyecto entre ambos consistorios para la mejora de la bahía en el sentido de extender el paseo marítimo, y que lleva beneficios colaterales tan importantes como resolver el problema de los vertidos en el lado sur. Requiere afrontar múltiples trabas administrativas y burocráticas, pero es posible. Es un proyecto que requiere tiempo y, si se lleva adelante, constituirá un valioso ejemplo de cómo dos instituciones vecinas se ponen de acuerdo y consiguen mejorar un entorno en el que ambas están involucradas.
¿Cómo le gustaría ver la bahía dentro de 25 años?
Me gustaría que fuera un lugar frente al que Sant Antoni creciera y viviera, y que estuviera integrada a nivel social. Sant Antoni ha perdido su identidad durante estas últimas décadas y en parte ha sido porque la bahía ha dejado de ser el elemento central. Si conseguimos que la gente más joven la tenga más en cuenta a nivel ambiental, deportivo e incluso sentimental, volveremos a ser un municipio que crece a favor de la bahía. Habrá un mayor vínculo emocional hacia ella y sabremos cuidarla muchísimo mejor que hasta ahora.
Y desde el punto de vista de la educación, ¿cómo hay que trabajar ese vínculo de los jóvenes hacia la bahía?
Hay que ponerla en valor en todos los aspectos: patrimonial, histórico, tradicional… Los niños y jóvenes del municipio no conocen la importancia de la bahía. No saben que Sant Antoni fue pionera turísticamente por tener una bahía privilegiada o que sus antepasados se dedicaban a la pesca y cómo lo hacían. Aunque existen algunas actividades, es algo que hay que incentivar mucho más. Por ejemplo, impulsando en colegios e institutos un temario reglado que difunda sus características e historia. Es algo que habría que poner en marcha pronto.
Otro asunto que se debate es el modelo de ocio, con el West End, los beach clubs… ¿Cómo cree que hay que enfocarlo?
En estos últimos años, por primera vez en mucho tiempo, hemos visto que Sant Antoni ha tomado conciencia de que así no podemos seguir. Aunque no exista una unidad política, porque no todo el mundo quiere lo mismo, a nivel ciudadano tenemos muy claro que Sant Antoni se ha visto perjudicado durante mucho tiempo por el tipo de explotación turística que hemos desarrollado y de la que todos somos culpables. Hemos sido nosotros mismos los que hemos alquilado los locales, hemos sido permisivos y hemos provocado que Sant Antoni actualmente sea conocido por el tipo de ocio y de turismo que ofrece.
Ahora lo pertinente es facilitar de forma consensuada un cambio de modelo turístico y que además se impliquen los empresarios. No sería justo que una administración publica hiciera un inversión grande para mejorar una zona, y que luego los que la explotan fueran en contra de esta idea. Hace falta unidad y regulación. Además, las leyes turísticas que se han desarrollado en Balears en las ultimas décadas han beneficiado a ciertas explotaciones que son peligrosas por el turismo que atrae. Me refiero a los beach clubs, que no dejan de ser discotecas al aire libre, algo que en los 80 se decidió que no era algo bueno y por una modificación de la ley turística se volvió a permitir, de forma tapada. Pienso que hay que modificar esta ley para que este tipo de actividades no sean permitidas.
Con un potencial tan grande como el nuestro, hay que trabajar para que la bahía y el núcleo urbano se unan y tengamos un turismo ambientalmente sostenible y que venga a disfrutar de nuestras playas, restaurantes y, por supuesto, de los bares y la fiesta nocturna, pero allí donde se pueda realizar. No hay que demonizar ninguna actividad, pero sí regular para que no perjudique a la ciudadanía y al medio ambiente.