El pasado sábado, 14 de septiembre, un equipo de buceadores voluntarios realizó una inmersión para supervisar el estado de la pradera de posidonia de Cala Gració, donde existen dos puntos de estudio de la Xarxa de Monitoratge de la Posidònia, que desarrolla la Conselleria de Agricultura, Pesca y Medio Natural del Govern balear. Ambos se pusieron en marcha por impulso de Salvem sa Badia de Portmany, que cubre parte de los gastos de logística que se requieren para estas expediciones, contándose también con el apoyo de la empresa de buceo Arenal Diving.
Estos dos puntos de observación y seguimiento se establecieron en el año 2022, junto con otro en Cala Bassa, y permiten determinar cómo va evolucionando la pradera de posidonia en estos entornos. Los de Cala Gració están situados a 6 y 15 metros de profundidad, y el de Cala Bassa a 12 metros. El estado de la meteorología constituye siempre un factor a tener en cuenta a la hora de realizar las inmersiones de seguimiento, que se suelen realizar una vez al año en la misma época. Por esta razón, existen datos del puesto 1 de Cala Gració (6 metros), correspondientes a los años 2022, 2023 y 2024, mientras que al puesto 2 (15 metros), no se pudo acceder el año pasado. En Cala Bassa, asimismo, sólo pudieron hacerse comprobaciones en 2022 y 2023, aunque está previsto una nueva inmersión en octubre, dado que el pasado fin de semana el tiempo en el mar no era adecuado en esta zona.
Durante las inmersiones, los voluntarios están coordinados por la bióloga Elena Burgos Juan, que es la responsable técnica del proyecto, que lleva a cabo la empresa Tragsatec por encargo de la Conselleria. El estado de la posidonia se cuantifica a diferentes escalas. Una de las más importantes es la cobertura de posidonia viva y muerta (restos de rizomas sin hojas verdes) en el área de observación. En este sentido, destaca el dato de que en la zona de Cala Gració, pese a estar sometida a una elevada presión de embarcaciones, la zona muerta no alcanza el 10%.
A simple vista, desde arriba, la pradera de Cala Gració ofrece un aspecto sano. Sin embargo, una vez se apartan las hojas y se analiza la microcobertura (cantidad de haces de posidonia), el equipo de buceadores de Xarxa Posidònia ha detectado zonas escasamente cubiertas, especialmente en el punto de observación situado a 15 metros de profundidad. En 2022, este valor ya era bajo, pero en 2024 ha caído un 10%, lo que constituye un síntoma preocupante.
El descenso en la concentración de haces en relación a la superficie constituye un síntoma de que la transparencia del agua ha sufrido un empeoramiento. Cuando la posidonia tiene menos luz, reduce el crecimiento de haces porque las hojas que quedan se pelean por ella, de la misma forma que ocurre con los árboles en los bosques.
“El ciclo natural de la posidonia provoca que, a final de verano o principios de otoño, las hojas se cortan por las tormentas, acumulándose en las orillas. Por eso intentamos ir a los puntos de estudio en la misma época, para que la variabilidad de la planta en función al momento del año no interfiera en el estudio”, explica Elena Burgos.
La tercera variable que se estudia es la densidad de haces en los tramos de posidonia donde existe un 100% de cobertura. Elena Burgos afirma que el valor es relativamente alto en Cala Gració, lo que significa que la pradera aún sigue siendo capaz de generar zonas densas allá donde la falta de luz no es tan significativa.
Recomendación para no instalar una rampa de varada
“La conclusión que obtenemos de lo observado en Cala Gració es que la posidonia está alterada y no registra el estado prístino que tendría sin la presión humana que recibe. Sin embargo, en las condiciones adecuadas, es capaz de recuperarse y volver a la normalidad. Ahora bien, si se ejecuta el proyecto de rampa de varada que hay prevista para esta zona, frente a la planta desalinizadora, acometiéndose en la zona una obra importante y generando una mayor fuente de tráfico marítimo, sería perjudicial. Yo no lo recomendaría porque no se debería ejercer más presión en este lugar”, explica Elena Burgos.
Aunque Xarxa Posidònia aún no ha tenido oportunidad de supervisar la evolución del punto de observación de Cala Bassa, los datos de 2022 y 2023 ya permiten arrojar algunas conclusiones. En este lugar sí que hay un porcentaje de posidonia muerta muy significativo, del 29%, que resulta preocupante. Pero la que está viva goza de mejor salud que la de Cala Gració y las mediciones de 2022 y 2023 determinaron que estaba estable y con buena densidad de haces. Todo ello indica que la zona muerta es anterior y se debe al daño mecánico producido por anclajes y la presencia de muertos, cuyo movimiento ha segado la planta en algunas zonas.
“Cuando vas a un sitio y encuentras zonas muertas por encima del 25% es preocupante. En Talamanca, por ejemplo, que sí está al límite y obliga a actuar, está al 50%. Ocurre algo parecido en lugares como la Xanga, Cala Llentrisca o Cala Vedella. Si se fondea año tras año, día tras día, y se colocan muertos que se arrastran por el fondo con los temporales, se acaban produciendo daños importantes”, explica Elena.
“La posidonia crece muy despacio y su momento de mayor deterioro fue la segunda mitad del siglo XX, cuando se fondeaba sistemáticamente encima. Incluso se practicaba pesca de arrastre sobre ella y se hicieron numerosas construcciones que alteraron la línea de costa. Además, se vertía mucha salmuera y el agua se depuraba mucho menos que ahora. Muchas de las zonas dañadas que ahora supervisamos tienen su origen en esa época. Cada lugar tiene su propia historia. Sin embargo, la vigilancia y la concienciación han tenido sus frutos y marcan una diferencia con respecto a épocas anteriores, pero para que se pueda recuperar hacen alta muchos años”, apostilla la coordinadora de Xarxa Posidònia.
En la actualidad, existen 48 zonas de estudio en Balears, algunas de ellas, como Cala Gració, con más de un punto. De coordinar este proceso de revisión, desde 2020, se ocupa Elena Burgos. Es licenciada en Biología y master en Ciencias del Mar por la Universidad de Barcelona. En Ibiza realiza este trabajo con el apoyo del GEN-GOB, Salvem sa Badia, Arenal Diving, los ayuntamientos de Sant Josep y Santa Eulària, y buceadores voluntarios. En Mallorca, por el contrario, la labor se acomete exclusivamente con centros voluntarios y en Menorca la logística la aporta el Observatorio Socioambiental de esa isla (OBSAM), del Institut d’Estudis Menorquins.