En pleno paseo marítimo de Sant Antoni, casi a la altura del dique de abrigo del puerto, donde arranca la costa de Ses Variades, aguarda el faro de Ses Coves Blanques, la primera luminaria construida para señalar el puerto de Sant Antoni. Aunque hoy se encuentra rodeado de edificios mucho más altos, que hacen que su presencia pase más desapercibida que antaño, se trata de uno de los monumentos más importantes de la localidad.
La bahía de Portmany fue declarada Puerto de Interés General de Segundo Orden en 1885. Seis años más tarde, tras la celebración de un pleno, el Ayuntamiento de Sant Antoni solicitó su construcción al Estado, ya que varios navegantes alertaran de la peligrosidad que implicaba la alcanzar la ensenada sin señalización alguna. Además, ya se había producido algún naufragio, a pesar de que el faro de Sa Conillera estaba operativo desde 1857.
La redacción del proyecto corrió a cargo del ingeniero Eusebi Estada, impulsor del ferrocarril en Mallorca, y de su construcción se ocupó el maestro de obras Joan Bonet. Se construyó en un paraje entonces solitario y alejado de la población, y se inauguró en 1897. Costó poco más de 30.000 pesetas y comenzó emitiendo una luz roja fija, visible desde cinco millas.
Al estar situado tan cerca del núcleo urbano, fue catalogado como faro de descanso. Se califican así aquellos cuyos equipos no suponen una gran dificultad de manejo, con una torre de poca altura y cercano a una población con servicios sanitarios y religiosos. Por esta razón, solo accedían a él los torreros mayores de 50 años, que además acreditaran padecer alguna dificultad o impedimento físico que dificultara el trabajo en faros ordinarios.
En 1902, su luz pasó de roja a blanca, lo que provocó que, en 1914, la gente del pueblo solicitara su sustitución. La localidad había comenzado a crecer y su luz, a lo lejos, se confundía con las de otras casas. Tardaron doce años en cambiarla y entonces inició un periodo de intermitencias blancas. En 1956 el Estado volvió a invertir en él para automatizarlo, pero la reconversión del puerto puso fin a sus días. Con la construcción del dique y la instalación en su extremo de la baliza que aún señala la entrada a la bahía, fue apagado definitivamente. Ocurrió en 1963. Se le retiró la linterna y dejó de prestar servicio como señal marítima, aunque sus viviendas siguieron proporcionando alojamiento, hasta ya entrado el siglo XXI, a los técnicos de mantenimiento de señales marítimas destinados en la zona, que se ocupaban de las balizas de es Vedrà, Bleda Plana y Punta Xinxó, así como del faro de sa Conillera.
La Autoridad Portuaria de Balears cedió el viejo faro de ses Coves Blanques al Ayuntamiento de Sant Antoni en 2006. Tras ser restaurado, en 2010 abrió como Centro de Interpretación del Mar, espacio socio-cultural y sala de exposiciones. Sin embargo, se encontraba incompleto, ya que faltaba la cúpula de cristal que corona su torre. Pocos años, después, ésta apareció desmontada en un gallinero. El consistorio pudo recuperarla, reconstruirla y volver a instalarla en 2014.