Esta institución, que aglutina a los profesionales de la pesca de su ámbito territorial, comparte y apoya los objetivos de la iniciativa ‘Salvem sa Badia de Portmany’.
La pesca profesional constituye una de las labores históricamente asociadas a la bahía y representa uno de sus principales valores, ya que proporciona un género de calidad excepcional a mercados y restaurantes y continúa una labor artesanal que se desarrolla de forma sostenible y velando por la conservación de los caladeros. Las familias que viven de esta actividad forman parte de la Cofradía de Pescadores de Sant Antoni y tienen claras sus prioridades: demandan un puerto más limpio y que se ejerza una menor presión sobre el mar.
La institución aprobó sus estatutos en 1985, aunque sus socios antes formaban parte de una única cofradía que integraba a todos los profesionales del archipiélago pitiuso, a punto de cumplir cien años de historia. Actualmente faenan en Sant Antoni un total de 25 socios, mediante 18 embarcaciones. Entre ellas, 17 llaüts tradicionales de artes menores (pesca con red, palangre, potera, artet…) y una barca de arrastre. De estas últimas habitualmente hay dos, pero la segunda esta temporada se ha desplazado a la zona de Villajoyosa (Alicante). En la Cofradía, asimismo, ya se ha producido un importante relevo generacional, coincidiendo con la crisis que se inició en 2008, cuando varios hijos de pescadores, que en un principio habían optado por otros oficios, acabaron retornando a la pesca profesional.
El año pasado, las barcas de la cofradía aportaron al mercado local un total de 81 toneladas de pescado, una cifra algo más reducida que las 100 ó 125 toneladas habituales, debido a que las barcas de arrastre solo trabajaron en la zona medio año. Buena parte del género, como la langosta y el denominado peix fort o pescado de corte (mero, cabracho, dentón, gallo de San Pedro, etcétera), se comercializa con la característica etiqueta verde y numerada de Peix Nostrum, marca que aglutina a toda la pesca profesional de Ibiza y que supone una garantía del origen isleño del pescado y la correcta trazabilidad del producto.
Estas toneladas incluyen también la gamba roja capturada en aguas locales por las barcas alicantinas. Se estima que tan solo el 5% del pescado que se consume en la isla durante la temporada estival procede de aguas ibicencas. Por eso, un etiquetado correcto, que garantice la proximidad y frescura del producto, es fundamental.
La mayor parte de los llaüts asociados a la Cofradía tienen como base el puerto de Sant Antoni y amarran en el muelle pesquero, situado a la altura del Passeig de Ses Fonts, entre las instalaciones del Club Nàutic San Antoni y los pantalanes para embarcaciones de recreo que gestiona PortsIB. Seis llaüts, sin embargo, se refugian en casetas varadero situadas en calas, ya que su ámbito territorial abarca desde Porroig a Portinatx.
Pesca en tiempos del coronavirus
Pep Castelló es el patrón mayor de la Cofradía –cargo equivalente a presidente- y sale a pescar cada día, de lunes a sábado, con su llaüt, el ‘Bribona II’. Oficialmente lleva en este trabajo desde los 16 años, aunque a los diez ya se subía a la barca de Xico Castelló, su padre, siempre que éste se lo permitía. Desde que se jubiló, hace ahora unos diez años, Pep navega y pesca en solitario. Su hermano Joan, además, es el secretario de la Cofradía, donde entró a trabajar por primera vez hace treinta años.
“Los pescadores nos regimos por el sol y las lunas. Nos levantamos bien temprano y en función de lo que nos toca pescar en cada época y las artes que usamos, salimos a distintas horas del día. Ahora es tiempo de escórporas, cabrachos, algún dentón y las últimas sepias de la temporada. También tendríamos que estar pescando langostas, pero con los restaurantes cerrados no merece la pena”, explica Pep Castelló.
Según parece, la crisis del coronavirus también ha afectado al sector pesquero pitiuso de dos formas; una positiva y otra negativa: “Lo positivo es que nos hemos encontrado una mar mucho menos pescada. Hay que tener en cuenta que la pesca recreativa ha experimentado un boom tremendo en los últimos cinco o diez años. Los aficionados, además, han incorporado nuevas técnicas que les permiten actuar como semi-profesionales. Sin embargo, estas semanas se han cogido dentones y corvinas continuamente, cuando son especies que nosotros ya las denominamos ‘pescados de suerte’. También ocurre con el gallo de San Pedro”, añade el patrón mayor.
Pep reconoce, sin embargo, que el pescado que se coge hay que venderlo y en esta época tan extraño que nos toca vivir por la pandemia, la demanda es inferior. “Si el tiempo no es del todo bueno, nos quedamos en puerto cuando en una situación normal saldríamos”. Esta forma de actuar guarda relación con la particular idiosincrasia de la industria pesquera de las pitiusas. En Ibiza, al contrario que en Mallorca y en buena parte del resto del territorio nacional, no hay subastas. El pescado tiene un precio fijo que se acuerda entre los pescadores y los compradores.
“Nosotros vemos esta actividad a largo plazo. Nuestra filosofía es tener unos precios fijos y evitar coger el pescado que no se va a vender. En otros lugares, en vez de hacer eso, salen a pescarlo igual y le dan salida bajando el precio. Nosotros intentamos matar la menor cantidad de pescado posible para que los caladeros estén en las mejores condiciones”, explica Joan Castelló, secretario de la Cofradía. En este sentido, Ibiza destaca por encima de otros enclaves del Mediterráneo, por ejemplo, por sus excepcionales caladeros de langosta, que se han mimado y recuperado estos años, gracias a la labor sostenible de los pescadores.
La pesca de Sant Antoni, sin embargo, afronta retos importantes y no fácilmente subsanables. “Las dificultades que atraviesa nuestro sector tienen que ver con la falta de mano de obra, el exceso de normativas y restricciones, y la competencia desleal que ejerce la pesca furtiva, especialmente la submarina, cuyas capturas se comercializan directamente en los restaurantes o en el circuito comercial”, añade Joan. “A todo ello hay que sumar la pesca deportiva y recreativa que, aunque puede parecer poca, si sumamos todas las licencias y embarcaciones, acaba representando un porcentaje significativo. Entre unas cosas y otras, hay demasiada presión sobre el mar”, explica.
“En cuanto a nuestra situación específica, los pescadores de Sant Antoni necesitamos más facilidades para desempeñar nuestro trabajo: mayor disponibilidad de amarres, más espacio para extender las redes, aparcamientos en el muelle y que el agua del puerto esté mucho más limpia”, apostilla Joan.
Los problemas de la bahía: Vertidos, contaminación, fondeo ilegal y ferris
Sobre los problemas específicos que sufre la bahía, tanto Joan como Pep se expresan en términos muy parecidos. “Los vertidos de aguas sucias a través de todas esas tuberías que desembocan en el litoral y que no sabemos de dónde vienen generan demasiada contaminación. Además, hay excesiva presión de barcos, plásticos, microplásticos y microfibras que llegan al mar por la pésima depuración que se realiza. También la basura que se arroja y hasta la crema solar de los bañistas, que en verano acaba formando una película sobre el mar”, añade Joan.
“A simple vista el mar parece el mismo de hace treinta años, pero ha cambiado mucho y a peor. Se crearon playas de arena donde nunca las había habido y con los temporales han acabado enterrando la posidonia, que es donde crían los peces y en cuyo margen nosotros pescamos ”, subraya el secretario de la cofradía.
Su hermano Pep pone un ejemplo de cómo la contaminación afecta a la pesca: “En Cala Tarida, que era una buena zona para pescar gerret (caramel), ha habido un gran cambio. Desde hace dos años, cuando comenzó a funcionar la nueva depuradora, ya no hay pescado. La contaminación por la mala calidad de las depuradoras es un problema esencial y no digamos ya en la bahía, cuando todo se desborda y comienza a oler”.
“El puerto siempre había sido un lugar de fondeo, para lo bueno y lo malo, pero ahora esta situación se ha multiplicado y, pese a que se intentó solucionar con las boyas ecológicas, ahora mismo las barcas ya amarran frente a las calas de la bahía, hasta Punta Pinet, sobre áreas que antes eran de pesca. El movimiento de las cadenas, además, daña la posidonia”, explica Pep
En cuanto al uso del puerto para la llegada y salida de ferris, también constituye una contrariedad: “El puerto de Sant Antoni es un torrente lleno de fango y durante las maniobras de atraque y desatraque lo remueven, ensuciando todo el mar. Eso afecta a la posidonia que, como decíamos, es donde cría el pescado. Además, ya nos hemos llevado unos cuantos sustos por las olas que generan entrando y saliendo del puerto, mientras estamos calando. No tienen miramientos”, describe el patrón mayor.
Los pescadores de Sant Antoni, en definitiva, reclaman un puerto más limpio y cuidado, sin vertidos ni contaminación, y una menor presión sobre el mar, desde múltiples puntos de vista. “Por eso consideramos que la iniciativa ‘Salvem Sa Badia’ es acertada y la apoyamos”, apostilla Pep Castelló.