Rafel Marí Prats (Sant Antoni, 1958) es hijo y nieto de pioneros. Su abuelo construyó el Hotel Ses Savines, el segundo más antiguo de Sant Antoni, luego su padre erigió el Hotel Arenal y él los Apartamentos Ses Savines. Hoy los tres establecimientos los gestiona Rafel y el resto de la familia. Forma parte de la Asociación de Hoteleros de Sant Antoni y mantiene una particular cruzada contra el ocio diurno que se ha establecido junto a sus hoteles, ya que a su juicio rompe con el ambiente familiar que siempre ha caracterizado la playa de S’Arenal. También se muestra absolutamente contrario al regreso de los ferris y reclama mayor presencia policial para evitar la venta ambulante, el menudeo de drogas y la inseguridad que afecta a esta zona de la bahía.
El Hotel Ses Savines es uno de los históricos de Sant Antoni y siempre ha pertenecido a su familia. ¿Cuál es su historia?
Lo construyó mi abuelo, Rafel Marí Llácer, al regresar de Argentina, donde había emigrado para buscarse la vida. Primero abrió con mi abuela, Margarita Portas Marí, la Fonda Esmeralda, que estaba en la esquina de la calle Progreso con Sant Antoni. Era la única del pueblo, junto con la Fonda Miramar. Ocurrió a finales de los años veinte y en 1930, en la propia fonda, nació mi padre. Se alojaban sobre todo catalanes y hasta algún que otro escritor y artista.
El Hotel Portmany abrió en 1933 y en esa época acogió a varios alemanes que huían del nazismo. Con la emprendada de la abuela, mi abuelo compró una parte de la parcela donde hoy se asienta el Hotel Ses Savines. Luego ocurrió algo inédito para aquellos tiempos, que fue la separación de mis abuelos. Ella se quedó con la fonda, que se mantuvo abierta hasta más o menos los años 60, y mi abuelo comenzó a construir el hotel en 1934, abriéndolo un año después. Al principio era solo un edificio de planta baja, un poco más grande que una casa payesa, con 11 habitaciones.
El abuelo cocinaba y mi padre, Francisco Marí Portas, desde niño ya ayudaba a servir. No cerró ni durante la Guerra Civil, periodo en el que acogió a muchos militares. Les hacían la comida y, como requisaban la carne, mi abuelo la enterraba hasta que se marchaban. También se alojaban algunos catalanes y alemanes. Mi padre, ya en los cincuenta, construyó el primer piso, y en los setenta lo terminó, con las cuatro plantas y 155 habitaciones actuales.
Eran los años del boom de los touroperadores y con el dinero que nos prestaron y un crédito del Banco de España hicimos también el Hotel Arenal, que es de 1966. Tiene tres plantas y 131 habitaciones. El tercer establecimiento de la familia son los Apartamentos Ses Savines, que tienen 54 estudios y que abrió en 1987, en un solar donde antaño había dos casas muy grandes de la familia Tur de Montis. Yo he nacido y me he criado con los turistas (ingleses, alemanes, franceses, suizos…), en la casa de mis padres, justo al lado del Hotel Ses Savines. Este año, a consecuencia del Covid-19, lo hemos mantenido cerrado por primera vez en su historia y ha sido algo muy duro.
¿Cómo ha cambiado la bahía de su infancia?
Desde el punto de vista de la naturaleza, ha sufrido un empobrecimiento radical. De niño estaba repleta de fauna marina. En el muelle del hotel pescábamos escórporas y salpas, y cogíamos gambas. Bastaba con ir a las rocas para recolectar cangrejos y lapas para hacer un arrocito, pero luego echaron arena y las taparon. Incluso hubo una época, hará como veinte años, en que el agua estaba tremendamente sucia. Sin embargo, ahora a mi parece está mejor.
Cuando era niño el turismo también era distinto; mucho más tranquilo y familiar, que para mi es el que da vida a los comercios y restaurantes, porque compraban y comían en un sitio y en otro. Ahora buena parte de la gente viene por los beach clubs, que generan una actividad diurna que rompe con toda la dinámica que había antaño. No hay una pausa para estar tranquilos, es un music non stop. La música está en todas partes y a todas horas, y no hay cabida para la tranquilidad. Ocurre aquí, en Cala Bassa y en un montón de playas. Y, el día que sales a pescar, viene el party boat con el chumba chumba. Es una vergüenza que esto se permita.
¿El ocio diurno está modificando el perfil de los turistas que frecuentan S’Arenal?
Sin duda. La gente que se aloja en la bahía debería de tener la opción de no estar sometida a esta situación de ocio musical y ruido permanente. Desde hace 5 ó 6 años se está degenerando la zona. Este tramo de la playa de S’Arenal atrae históricamente a un turismo familiar que ahora se ve asediado por el ocio diurno, cuando antes este tipo de actividades se desarrollaban por la noche. Cada cosa tenía su momento y los distintos perfiles de turistas estaban satisfechos. Ahora nadie puede descansar ni recuperarse. Estamos sometidos el día entero a este círculo vicioso, tanto si queremos como si no.
Además, hay un puñado de grupos empresariales extranjeros que se están quedando con media bahía y eso es algo extremadamente preocupante. Se traen a la mayoría de trabajadores de fuera y el dinero que generan se va con ellos al acabar la temporada. Empujan a que venga más turismo de la fiesta. A la gente de Sant Antoni también le cuesta cada vez más pasear por aquí tranquilamente. Además, tenemos a los vendedores ambulantes, la inseguridad… Mis clientes, desde los balcones, se ponen a mirar el trapicheo que se realiza con total descaro en el paseo.
¿Cómo puede revertirse esta situación?
Para combatir la venta ambulante y el trapicheo de drogas hace falta mucha más presencia policial. Es un asunto complicado que requiere más esfuerzo. En cuanto al ocio diurno, se habla de que hay que establecer unas normas, pero yo no sé qué regulación se puede hacer. El turismo, como decía antes, debe de tener unas pausas, un tiempo de tranquilidad. Incluso a los que vienen de fiesta les conviene parar en algún momento. No se deberían de permitir espectáculos tipo discoteca en las playas. Solo espero que no lo regulen mal porque es un arma de doble filo. Las normas que nos impongan probablemente se queden de por vida.
Hablamos de un turismo que entra en el beach club y permanece allí encerrado todo el día. No compra en comercios ni consume en bares y restaurantes. Y cuando por fin se marcha, sale borracho y completamente desfasado, provocando problemas de convivencia en la vía pública y también al regresar al hotel por la noche. S’Arenal siempre había sido una zona tranquila y ahora, con la fiesta diurna, que está en pleno proceso de expansión, ha cambiado.
Otros de los asuntos polémicos relacionados con la bahía es la posible vuelta de los ferris. ¿Qué opina?
Estoy totalmente en contra de que Sant Antoni sea un puerto industrial y de que vuelvan los ferris porque traen más perjuicios que beneficios. Provocan un oleaje peligroso que incluso aquí, en el fondo de la bahía, hace caer a los niños de las colchonetas y hasta se ha producido algún accidente. Además, con las hélices remueven todo el fondo, ensuciando el mar. El agua de la bahía pierda calidad y podrían registrarse peligros para la seguridad marítima. Luego están los ruidos que genera el embarque y desembarque de coches y camiones, y la posibilidad de embotellamiento en los viales de salida del puerto, con los problemas que eso genera, por ejemplo, en el caso de una emergencia. Estamos a tan solo 15 ó 20 minutos de Ibiza, donde existe un puerto mucho más preparado. La bahía tiene que ser un entorno turístico, con pesca, navegación deportiva y esas golondrinas de toda la vida, que sacan a los turistas a pasear y es algo muy bonito. Para el turismo de Sant Antoni es primordial la calidad del agua y la arena de las playas de la bahía, para que la gente que nos visita y los ciudadanos se sientan a gusto en ellas, sin tener que buscar otras alternativas.
¿Qué cree usted que, en general, piensa sobre los ferris el sector hotelero de la bahía?
Hay quien piensa que aún llega algún turista gracias a los ferris, pero la mayoría cree que es mejor que no vengan.
¿Qué otros cambios requiere la bahía?
Evitar los vertidos de aguas sucias es una cuestión fundamental. Es verdad que, en esta zona, hace algunos años el agua se veía mucho peor. En S’Arenal ya no se producen vertidos, aunque en algún momento puntual puedan detectarse fugas. Las infraestructuras de saneamiento y los torrentes, en cualquier caso, deberían de revisarse de manera mucho más frecuente. En otras zonas de la bahía, sin embargo, es algo que sigue ocurriendo.
A ello hay que sumar también la problemática de los fondeos incontrolados. Algunas de estas embarcaciones vierten al mar aguas sucias y de sentina. Además, con las cadenas siegan la posidonia, que es el organismo que da vida al mar. Hago submarinismo ocasionalmente y se nota mucho el efecto de las cadenas en la planta. Además de arrancarla, pierde vitalidad y color. Si no actuamos ahora, las próximas generaciones verán el fondo el mar en blanco y negro.
¿Qué le gustaría recuperar del turismo que había en su infancia?
Es sorprendente pero en nuestros hoteles tenemos muchos repetidores, clientes que vienen desde hace 30 y 40 años. Son gente familiar, que antes hacía vacaciones en julio y agosto. Ahora, si siguen frecuentando Ibiza, lo hacen en mayo, junio o septiembre porque no soportan el ruido y el follón. La situación está degenerando muy rápido y no sé a dónde vamos a llegar en esta zona de la bahía.